lunes, 7 de noviembre de 2011

paredes solares


Paredes Solares

Las paredes solares son tecnologías populares para obtener energía solar, son muros construidos para almacenar calor. La energía solar que absorbe el muro es convertida en calor y es conducida (tarda un par de horas dependiendo del material) hacia el interior. Este sistema pasivo puede ser utilizado en lugares fríos o incluso en lugares en donde en invierno las temperaturas son muy bajas.

Los materiales adecuados para la pared tienen una mayor densidad que es correlacionada con buena conductividad y mayor capacidad térmica. Por ejemplo el concreto, limestone, ladrillo, adobe, block relleno o piedra.

El lugar más eficiente para construirlos es a un lado de las ventanas, para que pueda recibir luz solar indirectamente. De esta forma el sol no calienta la casa directamente.

Cuando el área de las ventanas en la fachada sur es menor al 10% del área construida el calor obtenido del sol probablemente no sea suficiente para calentar la casa. En este caso se puede agregar ventilación en la base y al tope de la pared.

Desventajas de las paredes solares:
-        Pérdida de calor hacia el exterior. Para reducir la pérdida de calor se pueden instalar ventanas con 2 o 3 capas de vidrio, aunque lo hace más costoso.
-        Son difíciles de agregar a una casa ya existente. Debido a que la  ventilación de los muros eleva los costos y puede crear complicaciones.

Las paredes solares se caracterizan por una estructura simple, la temperatura del cuarto se transforma y la baja temperatura del cuarto varía a comparación de la entrada de calor directa. Una vez que el calor es absorbido por el muro no se puede controlar el calor que irradiará.

El ancho de los muros normalmente es de un pie, pero también funcionan las que son un poco más delgadas, las que suministran más calor son las paredes de 18 pulgadas. No deben ser muy gruesas porque si no la energía no alcanza a transmitirse de manera deseada.
También se pueden utilizar contenedores de agua en vez de concreto, debido a que suelen ser más eficientes que las paredes solidas, ya que el calor se absorbe con mayor facilidad. Aproximadamente cuatro galones por pie cuadrado de área de muro son suficientes, pero entre más agua este en la pared, mas energía se acumula.

Los sistemas de paredes solares o entradas de luz directas son adecuados para complementar los sistemas directos ya que si se combinan ayudan a extender la distribución de calor en el espacio. Las combinaciones de los 2 sistemas son particularmente apropiados para los espacios con calor continuo.

Los muros que acumulan calor y son combinados con un espacio de aire, una lámina de vidrio y ventilaciones formando un colector solar térmico son llamados muros Trombe. Llamados así debido a que el Dr. Felix Trombe a principios de los años 60s construyó casas en Francia implementando este diseño.
Funciona debido a la diferencia de densidad del aire caliente y el aire frío, que provoca corrientes en una u otra dirección dependiendo de las trampillas que estén abiertas. Estas corrientes de aire caliente o templado calientan o refrescan introduciendo o extrayendo el aire caliente del edificio o las habitaciones donde se instale.

Bibliografía:
Kaltschmitt, Martin, Wolfgang Streicher, and Andreas Wiese. Renewable Energy: Technology, Economics, and EnvironmentBerlin: Springer, 2007. Print.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Maqueta




Introducción

Dentro de la arquitectura precolombina, la producción de los mayas ocupa un lugar especial. Los mayas, que constituyen la civilización más importante de América Central, son autores de unos edificios que se distinguen de las construcciones de los demás pueblos del Nuevo Mundo.

Las construcciones erigidas en territorio maya poseen, en efecto, un sistema de cubierta de fábrica —la bóveda abocinada o falsa bóveda— realizada con argamasa mezclada con grava, lo cual forma un hormigón casi monolítico. Esta particularidad ha hecho que los monumentos de esta gran cultura no solamente hayan resistido mejor que otros a los ataques del tiempo, de los hombres y de la naturaleza, sino que puedan seguir ofreciendo en la actualidad unos espacios internos intactos.

La arquitectura es una fuente imprescindible de información sobre los pueblos precolombinos. Nos permite imaginar cómo fue la vida de las tribus que vivieron en la gran selva de Petén y de la cuenca del Usumacinta. En otras palabras, es la que rige la escultura, la pintura, las inscripciones, los conceptos de urbanismo, las formas de expresión de la religión y del poder. A su alrededor se concentran las grandes empresas de todo un pueblo. Ella es el hilo conductor de unas investigaciones gracias a las cuales podemos acceder a la civilización maya, de otro modo inabordable.

Sistemas constructivos y materiales

Todas las construcciones mayas se basan en la choza ancestral, con paredes de caña y adobe, cubierta por una techumbre de hojas de palma colocadas sobre un armazón de madera. La vivienda vernácula —perfectamente adaptada al clima tropical— se compone, en cada familia, de una o dos chozas casi siempre paralelas. Cada cabaña tiene un único espacio interno, en el que la luz entra por una puerta cuadrada, abierta sobre uno de los lados largos de la construcción. Esta puerta a veces se complementa con otra en el lado opuesto para que circule mejor el aire.

La planta es rectangular u ovalada, en cuyo caso los lados cortos de la choza son redondos, lo cual hace que las dos extremidades de la cubierta tengan forma cónica. Esta choza tradicional —que aún hoy se puede observar en las aldeas de Yucatán— se remonta al hábitat milenario de la época precolombina. No ha cambiado nada desde los albores de la sociedad maya, hace tres mil años.

Pero el interés de esta construcción, hecha con materiales perecederos, reside en el hecho de que constituye para los mayas el arquetipo de toda obra arquitectónica. En este sentido, ha ejercido una influencia considerable sobre la arquitectura pétrea, tanto por sus formas externas (con cubierta a dos aguas) como por su espacio interno. El estudio de los edificios antiguos demuestra que las construcciones de fábrica en el fondo no son más que una transposición, una «reconstrucción en piedra» de la primitiva cabaña. Ésta es la que inspira el aspecto interno de los palacios o de los templos que rematan las pirámides.

Es su estructura de cañas en celosía lo que se encuentra en la fachada de las viviendas. Son esas ataduras hechas con cuerdas, o incluso con lianas, sobre almohadillados de paja, que rodeaban la cabaña, las que presiden el modelado de las cornisas y jalonan los grandes frisos ornamentales de los edificios. Es la puerta cuadrada con dinteles de madera la que se abre, inalterada, en la entrada de la «recámara» de los palacios y de los templos, etc.

Así como la familia maya construye, en terreno llano, un basamento de tierra para preservar su casa de las inundaciones, frecuentes durante la estación de las lluvias, del mismo modo las construcciones de piedra se elevan por encima de unas plataformas que son cada vez más altas. Éstas, por otro lado, van aumentando a medida que reciben ampliaciones. Esta hipertrofia de los basamentos, que hacen de terraplén, alcanza dimensiones colosales en la época clásica. Pero, sea cual fuere su importancia, siempre se basa en el pequeño montículo de tierra sobre el que se levantaba la choza.

Cuando las tribus primitivas —en el período arcaico o formativo, entre 2.000 y 1.000 antes de nuestra era— construyeron los primeros conjuntos religiosos, consagrados a sus divinidades cósmicas, concibieron la morada de sus dioses del mismo modo que la choza: paredes de caña y adobe, techumbre de hojas de palma. Pero estos primeros templos se distinguen de las viviendas por la altura de las plataformas sobre las que se levantan. Estas terrazas, hechas de materiales que se habían ido acumulando a lo largo de los siglos, constituyen la base de los templos. Ensanchándolas y elevándolas, los mayas edifican inmensos pedestales de forma piramidal que soportan la casa del dios.

La costumbre de añadir nuevas plataformas por encima de las antiguas, para colocar cada vez más arriba la cella del culto, tiene dos consecuencias: obliga a los constructores a hacer, en la fachada del edificio, una escalinata axial que une el suelo con el nivel del santuario; pero también consagra un principio fundamental de la arquitectura precolombina, es decir, la llamada ley de las superposiciones.

Este principio —según el cual hay que reedificar un lugar de culto siempre en el mismo emplazamiento, y erigir sobre una pirámide antigua una construcción nueva, más importante— es una constante. Eso explica, sin duda, las dimensiones que alcanzan las pirámides mayas, que pueden llegar a tener 70 m, como para dominar mejor la selva. La superposición constituye así un sistema de crecimiento arquitectónico propio de los precolombinos.

Ni la madera ni la piedra faltan nunca en las zonas ocupadas por los mayas. La gran selva pluvial proporciona la caoba y el zapote, empleadas para fabricar los dinteles de las puertas y las esculturas que revisten el interior de los templos construidos en lo alto de las pirámides.

Respecto a la piedra, las estructuras cársticas de Yucatán ofrecen una hermosa caliza, blanca, rosa o gris, muy apropiada para el trabajo de tallado y escultura. En las regiones que tienen relieve montañoso y volcánico, se recurre a la traquita, al basalto o a la toba para levantar muros con un aparejo uniforme.

Pero antes de edificar las construcciones, hay que hacer sus basamentos. Hay plataformas que miden 150-200 m de largo, por 100-150 m de ancho y 8-10 m de alto, lo cual representa un volumen de 200.000-250.000 m3. Una masa tan grande de materiales se acerca al medio millón de toneladas.

Sin embargo, los mayas fueron capaces de transportar volúmenes de material tan considerables como éste para construir terrazas y acrópolis, como ocurre en Copán. Para llevar a cabo estas gigantescas obras de terraplenado se necesitaron centenares, incluso miles, de obreros. Los materiales eran transportados a hombros, para lo cual se utilizaban cuadrillas de peones durante la estación seca, cuando no eran necesarias en la agricultura. Aunque los materiales se encontraban en el emplazamiento, las obras exigían una importante infraestructura, tanto para la alimentación como para la organización del trabajo.

Respecto a la mampostería propiamente dicha, el problema era más complejo: al principio, los canteros mayas hacían muros de piedra tallada y con verdaderas bóvedas abocinadas de piedra. Posteriormente, cuando empezó a imponerse el hormigón, las cubiertas se concibieron como estructuras «monolíticas» hechas vertiendo el hormigón sobre unos paramentos de bloques bien tallados que formaban un encofrado fijo. En efecto, la genialidad de los mayas consistió en concebir un sistema gracias al cual los bloques de revestimiento, cuidadosamente aparejados en seco, podían contener hormigón líquido mezclado con piedras: por tanto, no era necesario ningún encofrado de madera. Vertido en tongadas sucesivas, a medida que se levantaba el muro, se iba endureciendo, constituyendo una especie de estratos superpuestos.

El arte de la construcción incluía, además, un vasto repertorio de bajorrelieves, esculturas y pinturas. Estas creaciones, que adornan los edificios, convierten la arquitectura maya en uno de los «documentos» más importantes de aquella civilización, de la que nos han llegado escasísimos testimonios escritos. Por eso, los monumentos juegan un papel tan importante a la hora de comprender la mentalidad de un pueblo, cuyas realizaciones nos siguen sorprendiendo.

Habría que mencionar también las técnicas de transporte de los monolitos destinados a la construcción de estelas esculpidas. Estos bloques pueden llegar a tener un tamaño impresionante y pesar varias decenas de toneladas. El desplazamiento se llevaba a cabo, como en el Egipto faraónico, con la ayuda de cuerdas y de rodillos o trineos, que cuadrillas de peones hacían deslizarse por un camino arcilloso.

Conclusiones

La arquitectura maya es un perfecto ejemplo de lo que debe ser la vivienda vernácula, respondiendo a todas las necesidades de los habitantes, adaptándose a las condiciones ambientales que les impone la región y aprovechando los recursos que poseen.

La arquitectura maya afirmaba tanto la diversidad de las formas como la continuidad de los temas: todas las ciudades poseían templos piramidales, palacios de salas múltiples y juegos de pelota. Los edificios se alzaban sobre basamentos artificiales jalonados por estelas o altares. Estos conjuntos —casi siempre con función de centros ceremoniales— estaban regidos por las reglas de una liturgia refinada. Pero todo esto no era más que el sólido esqueleto de la sociedad maya, ya que la vivienda propiamente dicha, en la que habitaba todo el pueblo —excepto las elites— seguía siendo la tradicional choza de adobe y hojas de palma.





Bibliografía

Bibliografía

Integrantes Equipo Verde

Bárbara Salazar Ríos 1034138

Héctor S. Herrera Castro 1230591

Bárbara Solís torres 1089375

Manuel A. Silerio Nevarez 810557

Cristian J. Aguirre Murillo 807553